
La mayoría de veces no hallamos sentido y propósito en el sufrimiento. Estamos expuestos a pensar que Dios se ensaña con nosotros y hasta somos capaces de decir que Dios disfruta vernos sufrir, sin embargo, podemos afirmar que lo que no entendemos hoy, será mucho más claro después para nuestra mente (Jn. 13:7)
Dios no ha callado en cuanto al sufrimiento del creyente:
2ª Corintios 1:3-73. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,4. el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. 5. Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo. 6. Pero si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salvación; o si somos consolados, es para vuestro consuelo, que obra al soportar las mismas aflicciones que nosotros también sufrimos. 7. Y nuestra esperanza respecto de vosotros está firmemente establecida, sabiendo que como sois copartícipes de los sufrimientos, así también lo sois de la consolación.
Es evidente que la única forma de experimentar el consuelo de aquel que es Padre de toda consolación, es por medio del dolor y el sufrimiento. Los sanos no tienen necesidad de medicina, y los satisfechos no tienen necesidad de pan.
Es en Dios que podemos hallar el verdadero consuelo y realmente ser animados aún cuando vivimos aquella tristeza profunda que pueda embargar nuestra vida, algo que se le llama hoy en día «Estar deprimido».
Es Dios quien consuela a los deprimidos, y lo puede hacer por medio de la Palabra, pero de una manera muy especial también lo hace por a través de un hermano que haya sido consolado por Cristo.
2ª Corintios 7:6-76. Pero Dios, que consuela a los deprimidos, nos consoló con la llegada de Tito; 7. y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo con que él fue consolado en vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto y vuestro celo por mí; de manera que me regocijé aún más.
Pablo, aplica a su vida la verdad que ha entregado a los corintios. Pero está verdad funciona como una cadena inquebrantable de consuelo:
[El creyente sufre] ⮕[Dios lo consuela]
[El creyente consolado] ⮕[Capacitado para consolar a otros con el mismo consuelo]
Aún cuando nuestra mente lo niegue o no halle sentido, el sufrimiento tiene un propósito que va más allá de nuestro individualismo personal, al final, detrás del sufrimiento está Dios mismo impartiendo de sí mismo a los hombres miserables necesitados de consuelo, al final, está Dios mismo llevando consuelo a los que padecen, y lo hace por medio de los hermanos, por medio del afecto, el llanto, el celo y cuidado hacia el que sufre.
Pablo, halló gozo al encontrarse con Tito, razón por la que nunca debes menospreciar la visita y lo importante que es para el cuerpo de Cristo tu presencia en las reuniones con otros creyentes, pero hay más consuelo para Pablo, el apóstol fue consolado con las palabras de Tito, quien afirmaba que los corintios también le consolaron a él y manifestaron 3 cosas hacia Pablo que le dieron consuelo:
1. Afecto
2. Llanto
3. Celo por él (cuidado y preocupación)
De esta manera, Dios estaba consolando también a Pablo, de esta manera también halló regocijo en medio de su aflicción.
Cada creyente está llamado no solo a orar por el que sufre, sino a ser un eslabón en esta cadena de consuelo. El cuidado del Padre se extiende hacia los que sufren por medio de nuestra presencia, afecto, llanto y cuidado por quien está en medio de la prueba y la tribulación.
Tenemos un llamado a llorar con el que llora y a regocijarnos con el que goza. En Cristo, somos una familia en la fe, por lo tanto, despreciar este ministerio y este privilegio no solo es pecado de omisión sino que también es una afrenta al reino de Dios, sus ciudadanos y Su Rey.
Sé parte de esta cadena inquebrantable de consuelo para los que sufren, muestra afecto, llora junto al que padece y cuida de aquel al que puedas hacerle bien, principalmente a los de la fe.
Santiago 4:17A aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.
Por: Pastor Javier Castro